jueves, 15 de diciembre de 2011

#100peorespoemasmexicanos 23 [...] Julio Eutiquio Sarabia



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El páramo iluminó mi cuerpo, antiguos procreadores
de señales una vez turbias y deletéreas
la ocasión siguiente. Aunque asistí en mí, conmigo,
una continuidad matérica era el trance de la especie:
la arenisca se refractaba en el húmero mismo
y en el pómulo izquierdo se sabía el huso horario de Occidente.
Hacia el norte volví los ojos en busca de la fría
luminiscencia que antecede al embeleso.
Hacia el norte clamé con la brújula en el cinto:
«Hey, tú, campánula, abroga las acechanzas del relámpago.»
El rumor del agua era conmigo todas las estaciones
porque en mi contentura rondaba alegría vegetal,
agua silvestre en los preliminares del idioma,
volúmenes imperativos de agua que proveía el desasosiego.
El páramo nacía todas las noches del insomnio
y al amanecer sólo alumbraban las flores de los cactus.
El vasallaje de los sentidos latía aún a la distancia
y era conmigo el sometimiento al fulgor de su prosodia.
Tramas inéditas después, el Gran Canal ante mis ojos,
el cáliz propio de su nombre, su musitable incandescencia,
turba aquellas vocales largamente diezmadas por el frío.

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