jueves, 29 de diciembre de 2011

Breve respuesta al doctor Evodio Escalante


Breve respuesta al doctor Evodio Escalante

1 “Nada impide que el autor de uno de los “peores” poemas del momento sea también el autor de uno de los mejores. Quien no arriesga, no merece la gracia de las Musas.”

Respuesta:

Exacto por esa razón en la nota a los primeros 25 se apunta:

No queremos prejuzgar al respecto de la totalidad de la obra de cada uno de ellos, simplemente se muestra un momento de su quehacer, aunque debemos aclarar que muchos de ellos tienen no sólo un poema para ser considerado en este ejercicio, algunos son persistentes en casi todo lo que han publicado.

2 “Para que la selección tenga un verdadero valor simbólico habría que encabezar la lista con los “peores” poemas de Paz, Chumacero o José Emilio Pacheco. De otro modo la muestra es sólo generacional y se confunde el gusto con la rencilla entre pares.”

Respuesta:

Se decidió que fuera una antología de autores vivos, poemas “peores” los hay en todos los tiempos, pero quisimos dedicarnos a los autores que ahora están publicando sus obras, no dudamos que la obra de José Emilio Pacheco es de la mayor importancia para la lengua española, quizá usted pueda proponer un poema de él.

3 “Algunos de los “peores” poemas son para mi criterio bastante buenos o acaso regulares pero dignos de recordarse. “Residual” de Esquinca es un poema muy defendible y coherente. Yo le pondría tres estrellas. El “Autorretrato” de Eduardo Hurtado me parece bueno. Me recuerda algo de Tablada pero exhibe un tono sarcástico impresionante que puede inluso salpicar al lector (Gracias, Nicanor Parra). El texto de Daniel de Juanes es uno de los sonetos mexicanos más interesantes que he leído en los últimos meses. También tres estrellas.”

Respuesta:

El antologador siempre corre el riesgo de ser excesivo en sus ideas y planteamientos, incluso de ser notoriamente errático frente al universo a valorar; el poema de Esquinca recogido aquí es una muestra de lo que alguna vez hemos llamado “prosa de Guadalajara” y que permeó una década de lirismo entre la publicación de “El cardo en la voz” hasta “El manantial latente”, prosa y verso que resultaba en una alta valoración del significante y una pobre ejecución del significado: hermosas palabras que dicen poco; de ahí que en la poesía escrita en esa década, encontraremos un arsenal de venablos, ballestas, arqueros, y una parvada de mirlos, oropéndolas y milanos. En el anuario de poesía de 1990 del INBA, además de aparecer un buen poema de Raúl Salinas de Gortari, no se leía esta poesía tan extendida después, sólo la sección que corresponde al Premio de Aguascalientes de ese año la registra, esto nos habla de que sí cundió entre sus epígonos el ejemplo y para mal. Pienso que de 50 poemas recogidos, usted ha defendido, con cierta lejanía y poco entusiasmo, cinco, apenas un diez por ciento, sería deseable que al llegar a cien, usted defienda diez, sigue siendo para el antologador un excelente nivel de competencia, sobre todo en un lector de alta sensibilidad como usted, sin embargo no descuido estas líneas de la primer nota:

Reconozco que en mucho de lo que reúno aquí hay arbitrariedad del gusto, poco cuidado de mis valoraciones, antiguas e íntimas representaciones de alta poesía que no todos comparten, en fin, humano placer. Espero que los 75 poemas restantes figuren en esta reunión por sus propios méritos y que sus autores consideren la mía como una lectura inocente y hasta cordial de sus producciones, que el propósito es, sobre todo, ayudar a las nuevas generaciones de poetas que acuden a los talleres literarios, a no repetir la impericia de publicar todo lo que se encuentra en los cajones sin pensarlo dos veces, ayudarlos a reconocer la buena poesía de la mala y aún de la peor. No hay mayor justicia poética que la del lector frente al poema desnudo, atrapa la atención y produce el pasmo estético y espiritual, o no sucede nada, sólo sílabas vacías repicando en el desolado oído del hastío.

4 “La sección de “Reflexiones” que el compilador agrega al final no es sino una jubilosa capirotada donde cabe todo. Lo peor es que desprende un tufo de vejestorio reaccionario y de histérica vuelta al orden. Como quien dice: No hagan olas.”

Sí, en esto estoy de acuerdo, procuraré en las próximas reflexiones ser más cuidadoso. El tufo reaccionario e histérico no estoy seguro de poderlo evitar, pues creo que el “crítico autoritario” todavía late en mí sin yo quererlo. Por el contrario. El afán es hacer olas, muchas olas que fomenten tanto el placer del extravío como el placer del reencontrarse. Ambos son búsqueda, ambos son aventura estética.

Le agradezco su atenta lectura, ojalá que estos ejercicios nos ayuden a todos a escribir y leer mejor poesía entre los contemporáneos.

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